El milagro que me realizó 'La churona'

Estas fotos las tomé en mi visita a la basílica de la 'churona' en El Cisne, Loja.
En mi regreso a Guayaquil, luego de visitar el santuario de la virgen de El Cisne, en Loja, el pasado lunes 31 de marzo, ocurrió lo que yo consideraría un milagro. Se lo atribuyo sin dudarlo a la 'churona', como también se la conoce a la Santísima virgen María, de El Cisne. Quizás muchos no me crean pero espero que interpreten mi experiencia que a continuación les contaré.

Eran las 19:00 y seguíamos en Cuenca. Había terminado de comer junto a mi novia, Stefania Loor, en un centro comercial de esa ciudad. Estábamos con la incertidumbre de si viajar a esa hora a Guayaquil o no, finalmente nos decidimos y viajamos. Mientras nos dirigíamos a las afueras de Cuenca, buscábamos una gasolinera para llenar el tanque, terminamos saliendo de la ciudad y ninguna estación de servicio pudimos conseguir. Tenía de gasolina una raya menos que la mitad del tanque,  que según mis cálculos me alcanzaba tranquilamente para recorrer unos 150 kilómetros, considerando que de Cuenca a Guayaquil son cerca de 210 km y casi tres horas de viaje.

Estando ya en la Panamericana, avanzamos varios kilómetros, iba a una velocidad considerable, conforme avanzábamos el nivel de gasolina iba bajando lógicamente. Hubo un gran trayecto de unos 50 kilómetros en que nos cogió la neblina y la lluvia. Empecé a manejar más despacio porque a pesar de que manejaba en la noche, la espesa neblina impedía ver metros más adelante. Vi un camión de carga que iba delante mío y durante ese trayecto fui detrás de él para guiarme con sus luces. Avanzábamos muy despacio, veníamos escuchando un cd de Maná. Durante casi media hora de manejar lento y con la preocupación de que me quedaba una escasa reserva de gasolina, empecé a inquietarme, quería avanzar más rápido pero la neblina y el camión lo impedían...

Teníamos ya una hora de haber salido de Cuenca, el nivel de gasolina llegó a unos dos milímetros más abajo de la penúltima raya antes de la letra E (Empty o vacío), el foco anaranjado se encendió y me alertaba que debía tanquear, pero incluso pasamos pequeños pueblitos y no hubo ninguna gasolinera.  Sacando cálculos me faltaban como más de 130 kilómetros por recorrer para llegar a Guayaquil y lo que me quedaba de gasolina no me iba a alcanzar. Tenía miedo de quedarme botado en pleno páramo con el peligro de que algún vehículo no nos pueda visualizar y chocar. Al fin la neblina empezaba a disiparse pero no a desaparecer, lo que me permitió rebasar al camión y seguir un poco más rápido guiado con el gps de mi smartphone para saber dónde tocaban curvas y qué tan pronunciadas eran. Mi novia estaba preocupada pero no me lo decía... Ella estaba atenta también al camino, a las curvas y a la neblina.

Se realizó el milagro
La música de Maná empezó a aturdirme y decidí apagar la radio. Le propuse a mi novia que rezáramos un rosario completo pidiéndole a Dios y a la Santísima virgen María que nos acompañe durante el trayecto y que nos haya llegar sin novedad a nuestro destino. Con solo mencionar esa propuesta, automáticamente la neblina desapareció. La miré con asombro a mi novia y al mirar el panel del carro, el nivel de la gasolina había subido hasta la penúltima raya y el foco de alerta se había apagado. Volví a mirar a mi novia y le dije con incredulidad pero con alegría: "Amor, esto es un milagro, el nivel de gasolina acaba de subir y el foco se apagó". Ella no me lo creía pero solo me dijo: "Qué bueno amor y ¿con eso si llegamos?", me preguntó. "A Guayaquil no creo pero sí llegamos aunque sea al siguiente pueblo (Puerto Inca) a una gasolinera", le respondí.

Mi corazón latía un poco acelerado, estaba seguro que era de alegría y de saber que por lo menos llegaríamos a una gasolinera. Yo lideré el rezo, nos tocaba los misterios gozosos y lo rezamos contabilizando cada Salve María con los dedos pues no tenía a la mano un rosario. Créanme que le puse tanta fe a ese rezo que no quería que se acabe el rosario. Seguíamos avanzando, habíamos recorrido ya cerca de 180 kilómetros, estábamos cerca de Puerto Inca y a pocos minutos de Guayaquil. Mientras bajábamos la montaña, a lo lejos visualizamos un poblado muy iluminado. El alma me volvió al cuerpo. Terminamos de rezar el rosario y unos veinte minutos después logramos llegar a una gasolinera. Llené el tanque de gasolina, me bajé para estirar un poco las piernas y llamé a mi mamá para que esté más tranquila y le conté lo que nos había pasado. Le dije: "Nos ocurrió un milagro"...

Continuamos nuestro camino y cerca de las 10:30 finalmente llegamos a Guayaquil. Jamás olvidaré la cantidad de gasolina que nos obsequió la virgen de El Cisne para que llegáramos sanos y salvos a casa. Sentimos una presencia divina durante todo el camino, pese a que estaba nervioso por el miedo de quedarme botado me sentía seguro. El milagro se lo atribuyo a la 'churona', pues fuimos a su santuario a visitarla, a rezarla y ella nos escuchó y se nos manifestó con esa acción. Ese día 31 de marzo del 2014, puedo dar fe que la virgen de El Cisne nos acompañó en todo momento y ahora puedo entender por qué ella es una de las advocaciones marianas con mayor feligresía en el Ecuador.

Gracias Dios, Gracias Santísima Virgen María.

Comentarios

  1. La Virgen del Cisne siempre nos acompaña y ayuda. Saludos desde Loja. Gracias por compartir tu experiencia. Nuestra buena madre te ha ayudado por tu fe y devoción.

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  2. LINDA HISTORIA DEL MILAGRO DE NUESTRA SANTA MADRE DEL CISNE

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