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Mostrando entradas de febrero, 2011

Prometeo sin homosexualidad

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Luego de un éxito rotundo en taquilla el pasado mes de octubre en su estreno nacional, Prometeo Deportado, prometió gustar a todos y así fue. Como no era de esperarse, hubo mucha espectativa por querer ver la película dirigida por el guionista guayaquileño Fernando Mieles, sobre todo por saber de qué se trataba la cinta. El trailer encantó a muchos y hasta causó emoción al ver esas imágenes rápidas, en diferentes planos y ángulos, dististas historias, ritmo musical, en fin; la película quería dejarse ver. Y como si se tratase de una realidad, Prometeo intenta acercarse a ella. Una realidad para muchos calificada como verdadera y para otros etiquetada como posible. Como todo ecuatoriano que tiene ese anhelo de salir de su país para ser empleado de los extranjeros, Fernando Mieles intenta mostrar una semejanza entre el verdadero emigrante y los que viajan por querer ser mejores que otros. Sin embargo, quizá la idea de Mieles no sea acercarse a la realidad como hecho migratorio o fenóme

Adiós etapa universitaria

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Fue un lunes 14 de febrero del 2005 cuando ingresé al pre universitario de Comunicación Social de la Universidad Católica de Santiago de Guayaquil, lo recuerdo como si hubiera sido ayer. Luego de haber decidido bien lo que sería en un futuro, me arriesgué a estudiar Periodismo. Estaba en el limbo de la confusión y la desorientación sobre qué estudiar, y la elección fue la correcta. Éramos cerca de 30 estudiantes quienes con la ilusión de ser profesionales fuimos avanzando cada semana de clases que parecían una eternidad. Aún me acuerdo cuando no hablaba, era mudo, era tímido, era un antisocial, algunos compañeros pueden dar fe de aquello; pues mi actitud era quizás normal por ser el primer día del pre donde no se conoce a nadie. Compañeros fueron y vinieron, algunos se retiraron en tan solo al primer paso que dieron. Otros continuaron, algunos que mucho de ustedes conocen, fueron arrastrando materias durante varios años. Sin embargo, lo que más me llena de satisfacción es que con pasos

Aprender a levantarse

Nadie puede discutir que el sabor de una derrota es amarga. Nos deja un sin sabor indescriptible, un nudo en la garganta que cada vez más se hace más difícil de desamarrar. Palabras van, palabras vienen, lágrimas ruedan, recriminaciones por un lado y críticas por otro. En conclusión, cuando uno pierde, es como si el mundo se nos cae encima. Es como si fuera una pesadilla, que no podemos dormir tranquilos, siempre está ahí esa voz de nuestro interior preguntándonos estupideces y diciéndonos a cada rato: "¿por qué perdiste?, ¿qué paso?"... E intentamos contestarle a modo de acto de contricción: "si tan solo hubiera hecho esto, o hubiera dicho lo otro, si sabía que eso sucedería hubiera hecho aquello". En definitiva, es un calvario que se vive en los primeros días de haber sido derrotado. ¿Pero qué pasaría si toda la vida fuera como ese calvario que describí anteriormente? Nada sería igual, estaríamos cavando nuestra propia tumba, siempre viviremos en el error en n