El duro pero dulce rol de ser papá
Hace exactamente un año me convertí en papá. Lo que viví en la sala de partos viendo el nacimiento de mi hijo fue algo único e indescriptible. Vi nacer a mi hijo, vi cómo salía del vientre de su mamá, al fin lo pude ver físicamente. Al verlo nacer, lo llamé por su nombre como dándole mi bienvenida al mundo: ¡Rafael!... Y él me respondió con un llanto estruendoso que me llenó de mucha emoción.