Los tradicionales deportes de barrio
Los fines de semana las canchas y parques de distintos sectores del norte de Guayaquil están repletos de gente que acude a realizar deporte. No importa la edad, ni la condición social; lo importante es pasarla y más si es entre amigos.
Uno de los lugares donde acuden decenas de personas es a las canchas del Club Amigos de Alborada, en la tercera etapa de esa ciudadela. Allí, juegan vóley; acude gente de toda edad, pero en su mayoría profesionales que pasan los 50 años.
“Aquí la mayoría de los que vienen somos profesionales que nos venimos a relajar jugando”, dice Mauro Rosero, odontólogo de 53 años que lleva 20 yendo a esas canchas.
Para ellos el horario o las condiciones climáticas no son obstáculos. Todos los sábados y domingos se reúnen desde las 15:00. La tecnocumbia y la salsa se escuchan a través de un par de parlantes grandes colocados afuera del club.
“¡Bola!”, dice uno de los jugadores que se apresta a lanzar el balón para dar inicio al juego. Cada equipo de vóley está conformado por tres jugadores que generalmente son amigos y quienes deben pagar 3 y 4 dólares por la net y la pelota. “También con ese valor ayudamos a la persona que hace el mantenimiento de las canchas”, dice Mauro, quien reside en la tercera etapa de la Alborada.
En las gradas situadas afuera del club se ubican los adultos mayores que observan detenidamente cada jugada y hasta gritan, apoyan o dan alguna instrucción a los jugadores.
Geovanni Armijos, de 50 años, vive en Guayacanes, a él le llamó la atención que la gente jugara los fines de semana y un día se quedó observando cómo jugaban.
“No fue fácil de que me cogieran, un señor que me conocía decía que me hagan jugar y ahí fue que me cogieron”, relata Giovanni, quien lleva un año jugando vóley.
Un marcador con fichas de metal oxidado indican los puntos que tiene cada equipo. Además, dentro del club hay un salón para jugar 40 y un bar donde se puede degustar de algún plato típico.
Los varones se gritan, insultan, reclaman y gesticulan, pero al fin y al cabo en un par de minutos ese enojo se esfuma y todo vuelve a la normalidad.
Sin embargo, hay quejas. Un morador de la tercera etapa que pide la reserva de su nombre, comenta que “está bien que hagan deportes, pero se quedan hasta la madrugada bebiendo, con música a alto volumen, mientras los vecinos descansan, y además las calles sirven de urinario público y eso no está bien”.
La amistad los une
En el otro extremo, en Sauces 2, un gran número de varones, muchos de ellos que sobrepasan los 50 años, también juegan vóley.
El punto de encuentro de todos los fines de semana son las canchas deportivas de la Fundación Enrique Caballito Zeballos, en la av. José María Roura, a partir de las 15:00 hasta las 19:00.
Ellos pertenecen al Club 11 de Junio que se fundó hace 25 años y donde actualmente existen más de 50 socios.
“Aquí nos conocemos todos, todos somos amigos, pero la mayor parte de aquí jugamos vóley y cuarenta”, manifiesta Ramiro Córdova de 70 años, quien viste ropa deportiva y se dispone a jugar.
Uno de los principales motivos que los mantiene unidos, es el respeto mutuo. “Eso es lo que nos ha mantenido unidos, somos como una familia, siempre estamos juntos”, corrobora Néstor Cedeño, de 63 años, de los cuales 30 lleva viviendo en Sauces 2.
A este grupo también se une don José Villavicencio, que a pesar de su seriedad, hace bromas y chistes para que sus amigos se rían a carcajadas, “pero siempre guardando el respeto”, aclara.
Estos integrantes del Club realizan todo tipo de actividades, ya sean deportivas, recreativas y sociales. “Para fin de año hacemos reuniones familiares, hacemos una fiestita, un baile por despedida del año y cuando alguien está enfermo hacemos una colecta para ayudarlos”, comenta Néstor Cedeño.
El típico ‘cuarentazo’
En otra parte del Club 11 de Junio, en una mesa, un grupo de cuatro señores juegan el clásico juego de naipes, 40.
Las tapillas de colas y piedritas son contabilizados como los puntos. Mientras que Alfonso González baraja los naipes para jugar con Raúl Santos, Vicente Moncayo y Silvio Villamar.
Uno de los lugares donde acuden decenas de personas es a las canchas del Club Amigos de Alborada, en la tercera etapa de esa ciudadela. Allí, juegan vóley; acude gente de toda edad, pero en su mayoría profesionales que pasan los 50 años.
“Aquí la mayoría de los que vienen somos profesionales que nos venimos a relajar jugando”, dice Mauro Rosero, odontólogo de 53 años que lleva 20 yendo a esas canchas.
Para ellos el horario o las condiciones climáticas no son obstáculos. Todos los sábados y domingos se reúnen desde las 15:00. La tecnocumbia y la salsa se escuchan a través de un par de parlantes grandes colocados afuera del club.
“¡Bola!”, dice uno de los jugadores que se apresta a lanzar el balón para dar inicio al juego. Cada equipo de vóley está conformado por tres jugadores que generalmente son amigos y quienes deben pagar 3 y 4 dólares por la net y la pelota. “También con ese valor ayudamos a la persona que hace el mantenimiento de las canchas”, dice Mauro, quien reside en la tercera etapa de la Alborada.
En las gradas situadas afuera del club se ubican los adultos mayores que observan detenidamente cada jugada y hasta gritan, apoyan o dan alguna instrucción a los jugadores.
Geovanni Armijos, de 50 años, vive en Guayacanes, a él le llamó la atención que la gente jugara los fines de semana y un día se quedó observando cómo jugaban.
“No fue fácil de que me cogieran, un señor que me conocía decía que me hagan jugar y ahí fue que me cogieron”, relata Giovanni, quien lleva un año jugando vóley.
Un marcador con fichas de metal oxidado indican los puntos que tiene cada equipo. Además, dentro del club hay un salón para jugar 40 y un bar donde se puede degustar de algún plato típico.
Los varones se gritan, insultan, reclaman y gesticulan, pero al fin y al cabo en un par de minutos ese enojo se esfuma y todo vuelve a la normalidad.
Sin embargo, hay quejas. Un morador de la tercera etapa que pide la reserva de su nombre, comenta que “está bien que hagan deportes, pero se quedan hasta la madrugada bebiendo, con música a alto volumen, mientras los vecinos descansan, y además las calles sirven de urinario público y eso no está bien”.
La amistad los une
En el otro extremo, en Sauces 2, un gran número de varones, muchos de ellos que sobrepasan los 50 años, también juegan vóley.
El punto de encuentro de todos los fines de semana son las canchas deportivas de la Fundación Enrique Caballito Zeballos, en la av. José María Roura, a partir de las 15:00 hasta las 19:00.
Ellos pertenecen al Club 11 de Junio que se fundó hace 25 años y donde actualmente existen más de 50 socios.
“Aquí nos conocemos todos, todos somos amigos, pero la mayor parte de aquí jugamos vóley y cuarenta”, manifiesta Ramiro Córdova de 70 años, quien viste ropa deportiva y se dispone a jugar.
Uno de los principales motivos que los mantiene unidos, es el respeto mutuo. “Eso es lo que nos ha mantenido unidos, somos como una familia, siempre estamos juntos”, corrobora Néstor Cedeño, de 63 años, de los cuales 30 lleva viviendo en Sauces 2.
A este grupo también se une don José Villavicencio, que a pesar de su seriedad, hace bromas y chistes para que sus amigos se rían a carcajadas, “pero siempre guardando el respeto”, aclara.
Estos integrantes del Club realizan todo tipo de actividades, ya sean deportivas, recreativas y sociales. “Para fin de año hacemos reuniones familiares, hacemos una fiestita, un baile por despedida del año y cuando alguien está enfermo hacemos una colecta para ayudarlos”, comenta Néstor Cedeño.
El típico ‘cuarentazo’
En otra parte del Club 11 de Junio, en una mesa, un grupo de cuatro señores juegan el clásico juego de naipes, 40.
Las tapillas de colas y piedritas son contabilizados como los puntos. Mientras que Alfonso González baraja los naipes para jugar con Raúl Santos, Vicente Moncayo y Silvio Villamar.
“Tenemos quince años jugando ya sea vóley o cuarentazo, hacemos actividad social y aquí somos de algunos Sauces, uno, dos, tres, nueve”, menciona Silvio.
Ese grupo coincide en que la amistad y el deporte los ha mantenido unidos durante cerca de tres décadas.
No solamente se dedican a jugar sino que también conversan, recuerdan anécdotas y bromean. Entre risas y diálogos la tarde se les hace corta. Algunos deciden llevar su botellita de agua o jugo.
“Muchos de nosotros ya no podemos jugar vóley por cualquier motivo, entonces jugamos cuarenta por deporte, porque nos mantiene la mente activa”, explica Vicente Moncayo.
Se bromean, se dicen entre ellos Batman, Robin, Alfred, y vuelven a reír a carcajadas y darse palmadas en la espalda como símbolo de camaradería. “Así es esto, siempre hay momentos para departir”, indica Alfonso González.
El infaltable fútbol
En otro sector del norte de Guayaquil, en la ciudadela El Cóndor, detrás de Riocentro Norte, un grupo de adolescentes juegan un “partidito” de indor en el Complejo Deportivo de esa misma urbanización.
“Tócala, tócala”, grita uno de los jugadores para que le pasen el balón y poder concretar una anotación. Aquí juegan cinco jugadores en cada lado, y los que están como espectadores sacan su equipo y el ganador queda en cancha, así son las reglas.
“La mayoría de aquí son viejos, yo recién tengo dos años viviendo y para qué, la gente se ha portado chévere, todos los días jugamos”, comenta José Bohórquez, de 16 años. El ‘peloteo’ empieza desde las 16:00 hasta “que cierren el parque, más o menos hasta las diez de la noche”, menciona José.
Los jugadores lucen los tradicionales zapatos Kit para pegarle mejor a la pelota y juegan con un balón de indor número 3. Aquí no existen árbitros, solamente las ganas que le ponen a cada jugada y emoción de gritar: “¡golazo!”.
3
Personas conforman un equipo de vóley.
Kit
Es la marca de los zapatos con que los chicos juegan fútbol para pegarle mejor al balón.
“Aquí tienen más opción, tienen un club que tiene servicios higiénicos, tienen donde refrescarse, donde lavarse las manos, tienen todo; aquí nos conocemos todos”.
Mauro Rosero
Socio Club Amigos de Alborada.
“Aquí es chévere venir porque uno se distrae pero no es un sitio para que venga tu familia a verte jugar porque sabemos decir palabras soeces y el lugar no es cómodo para ellos”.
Carlos Conforme
Jugador de vóley.
“El respeto que nos tenemos todos los moradores y aquí con los socios, es lo que nos ha mantenido unidos. Nosotros somos como una familia”.
Néstor Cedeño
Socio del Club 11 de junio, Sauces 2.
Publicado también en Viva Alborada: http://unvrso.ec/0002QJJ
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