Música y Rastas: sinónimo de libertad y rebeldía
Un holandés en una discoteca en Baños. Sus rastas midieron 2 metros de largo. |
Las denominadas rastas, no son otra que cosa que un estilo de cabello conformado por un conjunto de trenzas gruesas y que se atribuyen a los Rastafaris, un movimiento religioso que se originó en 1930 en los barrios marginales de Kingston, la capital de Jamaica.
Los dreadlocks (rastas en inglés) se han convertido en un nuevo estilo para quienes son amantes de la libertad, rebeldía y aventuras. Aquellos que quieren poner una moda que tuvo su auge en la década del 70 y cuyo ícono musical y cultural fue el cantante de reggae, Bob Marley. Hoy aquellas rastas las usan los denominados mochileros, nómadas, músicos, hombres y mujeres que promueven ese estilo como protesta al sistema social convencional y que su único afán es el de romper paradigmas impuestos en la sociedad.
Durante mis vacaciones de verano me pude encontrar con varias personas que poseían este estilo de peinados. Una de ellas fue Laura Von Wickerbasket, canadiense de 22 años, y reconocida como la 'Mujer Sin Rabo de Paja 2012', que la conocí en Baños, Tungurahua. Con un charango en mano asistía cada noche donde un artesano local para que le enseñe a tocar ese instrumento. La pude notar descomplicada, dispuesta a todo, valiente, llena de colores, alegre y sobre todo libre.
En su espalda, a la altura de su hombro derecho, tenía tatuado un grupo de 5 gaviotas. "Quiero volar como ellas, quiero ser libre", me respondió cuando le pregunté sobre el significado de su tatuaje. Le gusta bailar, danzar, realizar cosas nuevas, viajar y sobre todo plasmar cada experiencia en su cámara de fotos.
Laura muestra sus rastas y las adorna con una hoja de árbol de papaya. |
Pero la música también es otro elemento que une y atrae a quienes la escuchan. En el mercado central de Baños, un grupo de mochileros chilenos hacían malabares, cantaban y tocaban música. Sin embargo, uno de los guardias municipales los hizo retirar del sitio porque "molestan a los clientes".
Guillermo, el malabarista, su chica, Romina quien tocaba el acordeón y su pequeño hijo Manuel, llegaron a Ecuador en busca de mejores días y para conocer cómo los tratarían los ecuatorianos. "La gente es muy buena, hay algunas personas que sí aprecian el arte libre en todas partes, pero como siempre el sistema, me refiero a los policías, los metropolitanos, nos impiden desarrollarnos", me comentó Guillermo con su característico tono chileno. Él se encontró con otro grupo de artistas urbanos chilenos en Ecuador y decidieron recorrer juntos el país de la mitad del mundo. Entre todos se apoyan y si es de defenderse entre sí, lo hacen, sin importar lo que pudiera repercutirles estando en un país extraño.
Con ese dinero que logran recolectar de las propinas que le dan los curiosos y también extranjeros, les basta y sobra para alquilar una pieza en alguna hostería, comer y seguir viajando con su música y su cultura.
En el mercado central de Baños, unos chilenos tocaban su música de protesta. |
Mientras que en mi estadía en Galápagos me encontré con Sebastián, que por cierto nunca me dijo su apellido. Él es nacido en Ecuador, de madre quiteña y padre belga. Habla con acento francés y sabe cuatro idiomas: español, inglés, francés y algo de marroquí. Mide 1,90 de estatura, es delgado y a sus 21 años ha recorrido varios países como Bolivia, Perú, Bélgica, Francia, España y Portugal, su meta es seguir viajando.
Sebastián no se desprendía de su ukelele, un instrumento típico de Hawai. La mayor parte del tiempo le gustaba andar descalzo, "así me siento más libre y cómodo", me dijo. Ama los colores de la naturaleza como el verde, blanco y amarillo. Sus rastas se las hizo cuando tenía 19 años, su mamá estuvo en contra de que se las haga porque según ella era difícil de lavárselas y porque consideraba que era de "aspecto sucio".
Este belga-ecuatoriano, no le hizo caso y con más ganas le dijo a un amigo que se las realizara. Ahora, Sebastián ya tiene dos años con sus rastas y miden cerca de un metro y cuarenta centímetros. Como todo mochilero, su anhelo es seguir viajando y aprender nuevas culturas en los próximos países que visite.
Sebastián tocando el ukelele en la playa Tortuga Bay en Galápagos. |
Fotos y video: Héctor Pérez Name
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