Idilio tras las rejas

Bloguero invitado: Cheo Gómez


Nombre: Carlos, alias el Cachorro.
Edad: 31 años. 
Detenido: Por narcotráfico, intento pasar como mula 1.8 kg de heroína.
Sentencia: Lo condenaron a 12 años, pero solo estuvo 5, salió con el indulto.



Carlos llegó al Ecuador para llevar a cabo uno de los negocios más ilícitos y rentables que hay: transportar droga de un país a otro. Pero fracasó en el intento. Rápidamente lo sentenciaron a 12 años de prisión en el ex penal García  Moreno.

Serían 12 años de tormento en la cárcel de un país que no era el suyo, pero no, nunca imaginó que encontraría el amor tras las rejas.


“Acompañé a una amiga a una visita en el Penal García Moreno, y Martín era su compañero de celda, era la primera vez que yo pisaba una cárcel, un centro de Rehabilitación, estaba demasiado asustada y nerviosa por las revisiones y cacheos de las garitas de Guías penitenciarios y policía, fui vestida de una manera muy conservadora, muy tapada. La persona a la que íbamos a visitar estaba bañándose, y nos recibió Martín en "la bomba", es un lugar en donde convergen algunos pabellones del Penal García Moreno. Yo apenas podía articular una palabra, no podía ni caminar del temor que tenía al estar ahí metida, recuerdo que Martín nos brindó un café, y un cigarrillo, luego el conversó con mi amiga durante una hora que yo no pude articular palabra. Pero desde que lo vi sentí algo extraño, me gusto. Luego ya en la celda mientras almorzábamos todos, intercambiamos números de teléfonos nos mandábamos mensajes y nunca más falte a un día de visita”. 

Así empieza Adriana el relato del lado b de Carlos, a quien conoció en la cárcel y de quien se enamoró. 

Es difícil pensar que alguien pueda enamorarse de una persona que se encuentra en prisión, extranjera, posiblemente sin futuro, y prejuiciosamente con pocas buenas intenciones en la vida. Sin embargo Adriana fue capaz de descubrir el lado b de Carlos.  

¿Qué descubrió en Carlos?
“Su generosidad y capacidad de ayudar a personas que se encontraban en peores condiciones que las de él, siempre fue de esas personas que era capaz de sacarse los zapatos para dar a una persona que no los tenía sea dentro o fuera de la cárcel” Comenta Adriana quien luego de dos o tres visitas dejó de fijarse en el hombre sentenciado a 12 años de presión y empezó a mirar al ser humano que solo era víctima de su propio error. 

Todo amor tiene sus altos y bajos, en este caso sus ‘dentro y fuera’. Ella solo podría verlo los días de visita, mientras ambos luchaban por una rebaja de la condena. 

“Siempre estuve a su lado, jamás lo deje solo, un mensaje a la madrugada, una llamada para mí era mandatorio contestarlo, cuando se enfermaba yo corría así sea entre semana para llevarle su medicina, siempre lo trate con amor, en las visitas le llevaba comida que a él le gustaba. Yo cambié mi vida por completo, de ser una chica de mi casa que tenía todo lo que quería, fiestas, ropa, viajes, amigos, tenía a los vaciles que quería. Mi vida era muy superficial, por él la cambié por completo, hasta cogía bus para ir al penal, en lugar de gastarme un par de zapatos o comer fuera, le hacía compras para él. Llevaba películas para ver juntos.

Así transcurrieron meses y meses para Adriana y Carlos. A la par que disfrutaban de su idilio tras las rejas, luchaban en el plano legal. 

“Fue un largo caminar, ya que mientras éramos novios, salió el indulto, y Martín aplicaba porque cumplía con todos los requisitos, pues fue un proceso muy duro. Yo era asistente de Gerencia de una Florícola, me dedique a diario a hacer sus papeles. Él no tenía tantos recursos, en esa época los abogados cobraban de 5 mil en adelante para sacar el indulto, sin embargo yo lo hice sin necesidad de abogado, me valí de abogados gratis, me hice amiga de los secretarios y conserjes de la Dirección Nacional de Rehabilitación social, de los tribunales penales, y bueno así fue como el salió. Nunca he sentido lo que sentí cuando vi sus ojos fuera de ese lugar...” Adriana hace una pausa, contiene una lágrima y se lleva sus manos al rostro por un momento. El proceso de encontrar el lado b de un ser humano con tantos problemas no es fácil. La persona que asume esa tarea carga dos cruces sin saber el final de su historia de azotes. 

Luego de tanto luchar por su libertad, de conocer lo positivo de Carlos, vino uno de los momentos más difíciles.

“A él lo deportaron, por ley debía regresar a su país, quiso que nos casemos para que pueda quedarse aquí en el país, pero yo no quise, sentía que no debía hacerlo, solo por eso. Luego él se fue y me prometió que me llevaría. Fueron tres meses de sufrimiento ya que solo nos veíamos por chat, y hablábamos por teléfono de vez en cuando. Hasta que un día el me envío mi pasaje de avión a México. 

Ella emprendió un viaje para continuar su romance en otras tierras. Ahora era ella la que estaría en los terrenos de Carlos, donde terminaría de conocer su lado b.

“A Carlos le gustaba cocinar. Los fines de semana solíamos apuntar un lugar en el mapa y salíamos de viaje en el auto, parábamos en algunos lugares, nos tomábamos fotos. A veces en los desiertos solíamos ir a lugares donde se puedan ver las estrellas a cielo abierto”. 

Así Adriana vivía una aventura en el país de Carlos, pero esta vez en libertad.

“Su pasión, la entrega que tenía hacia mi persona, él me tenía como su princesa, su calidad humana, porque era un buen hombre después de todo. Nos amamos muchísimo” recalca ella mientras se prepara para contar que a veces la moneda puede girar y caer de nuevo en el lado a.

Luego de un tiempo hermoso en libertad “lamentablemente Martín siguió su negocio, él se encuentra otra vez en prisión esta vez en México, pero el al salir se dedicó al negocio familiar, tenían un taller de carrocería y le iba muy bien, lamentablemente nunca faltó la persona que le proponga nuevamente entrar en ‘negocios’”. 

Justo cuando ella se enteró de que Carlos había vuelto a las andanzas, ella ya estaba embarazada. El lado b daba paso al lado a, otra vez. 

“Tuvimos una hija que en un inicio era su inspiración, bueno de hecho no la llegó a conocer, ya que antes de que ella naciera nos separamos y decidí regresar a Ecuador, solo la vio un par de veces por chat y video cámara”. 

Esta vez Carlos en lugar de una historia de amor en prisión, le tocó vivir una de dolor.

“Aprendió a que el tiempo no se recupera, y que las personas pueden perder lo que más aman por dedicarse a cosas malas, su madre murió en México mientras él estaba preso” manifiesta Adriana, quien cuenta esto como si narrara una película.

Ella corrió el riesgo, se atrevió a conocer el Lado B de Carlos, quien se espera que aprenda la lección, mientras tanto ella deja un mensaje.

“Valoren lo que tienen en la vida antes de tomar una mala decisión, que piensen en su familia y sepan que el dinero que pueden obtener de algo malo, o de perjudicar a alguien nunca los hará felices y puede dejar daños muy graves para sí mismo o su familia en general. Que ellos no están solos en la vida, que existimos personas que los amamos y seríamos capaces de ayudarlos siempre en lo que sea, que no son personas malas sino solamente cometieron un error”. 

Esta historia nos demuestra que todos tenemos un lado a y lado b. Depende de nosotros decidir en qué lado quedarnos como equilibrarnos. Mientras Carlos estuvo en el camino del bien, fue feliz.

(Algunos nombres de personas y lugares de la historia fueron alterados por seguridad)

Comentarios

  1. Que buena historia! Asi es la vida siempre tiene su lado bueno y malo, pero uno tiene la opcion de escogerlo. Valoremos lo que tenemos!

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