Óscar Cedeño, el Pedro Fernández criollo


Quince pollos pelados cuelgan de unos ganchos en el puesto 96 de aves del mercado de Sauces IX. El propietario es Óscar Cedeño, guayaquileño de 46 años, que lleva doce en ese puesto.

Son las 10:00 del domingo 30 de junio y el mercado está repleto de gente que va y viene realizando sus compras. En cuestión de minutos Óscar atiende a sus clientes que acuden en busca de pollos enteros, medios o presas.

La habilidad para cortar y pelar estas aves la tiene desde hace 20 años y la realiza prácticamente sin ver, mientras conversa con sus clientes. Le saca las vísceras y el pellejo y los guarda en una funda. Su hijo Jordi lo ayuda todos los fines de semana. El pollo grande lo vende por $ 9, mientras que la mitad cuesta $ 4,50.

Pero su popularidad en el mercado no se debe a que vende pollos sino porque posee un fuerte tono de voz y una innata habilidad para cantar, cualidad que ha desarrollado desde cuando era pequeño.
“Yo canto desde los 6 años, desde la época de Pedrito Fernández. Tengo un disco que grabé en esa época y canto en fiestas familiares, en ocasiones especiales”, manifiesta Óscar, más conocido como el Pollo cantor. “Me pusieron este apodo muchos años atrás porque vendía pollos y justamente cantaba”, dice.

Todos los años canta para los días de la Madre y del Padre, fiestas de Guayaquil y demás ocasiones en que se lo soliciten. Dice haber nacido con el don en su voz. “Eso ya viene en la sangre”, asegura.

Interpreta música ranchera, en especial de los Fernández (Pedro, Vicente y Alejandro), pero “antes cantaba pasillos, la música de Julio Jaramillo, pero mi estilo es más ranchero”, aclara.

De martes a domingo se levanta a las cuatro de la mañana para quitarle el plumaje a los cerca de cuarenta pollos que lleva para vender, y trabaja hasta la una de la tarde.

Cuando lo contratan, cada presentación depende de la distancia y horas de repertorio musical, por lo que el valor siempre oscilará entre los $ 50 y $ 100. “Mi familia siempre me ha apoyado y se alegra por el arte que tengo”, indica.

Una de sus canciones favoritas es Cuando yo quisiera ser grande, de Vicente Fernández. “Tuve un gran amigo del alma que me fue leal y esa persona fue mi abuelito (José Tarquino), siempre confió en mí y él siempre me compraba la indumentaria para mis presentaciones cuando era pequeño”, comenta mientras sus ojos se llenan de lágrimas, aunque dice que prefiere no cantarla porque le trae recuerdos de su abuelo y se le quiebra la voz.

El Pollo cantor es divorciado. Estuvo 20 años con su esposa, con quien tiene tres hijos: Óscar (22), Jordi (20) y Sarita (11), esta última ha emulado sus pasos y también suele cantar en las presentaciones.

De pronto pide a uno de sus compañeros del mercado que lo reemplace en su puesto. Óscar se lava las manos, se quita su mandil de caucho y corre a cambiarse la ropa para transformarse en el personaje por el que lo conocen: el Pollo cantor. Al cabo de siete minutos regresa luciendo un impecable traje de charro y portando en la mano un gran sombrero. Los compradores lo miran con asombro.

Jordi lo ayuda a enchufar primero un par de parlantes dentro de su puesto; luego conecta el reproductor de CD para cantar sobre la pista y el micrófono, ajusta el volumen y se dirige a los presentes: “Bien, esta mañana tengo el agrado de tener la presencia de un medio prestigioso como Viva Guayaquil, a quienes les he dado una entrevista”. Mientras, el público se va deteniendo y de a poco se aglomera en su puesto para escucharlo.

El Pollo cantor empieza su repertorio, de inmediato hace estremecer y emocionar al público que lo filma con sus celulares, aplaude al ritmo de la música y lo ovaciona.

Canta cinco canciones, entre esas el tema Lo mucho que te quiero de Pedro Fernández, que interpretó en spanghlish y sin que se le salga ningún gallo.

Nota: Tema también publicado en el Viva Guayaquil
Fotos: Álex Vanegas - El Universo

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