Los 'especialistas' bajo el puente
No posee oficina propia, ni tampoco un sillón confortable de cuero. El despacho de Líder García, así como el de sus compañeros es la calle; como asiento tiene un gran bloque de concreto. Él es su propio jefe. Viste impecable con camisa mangas cortas color café, pantalón de algodón beige y zapatos concho de vino lustrados. Lleva consigo un pequeño bolsito donde guarda sus principales herramientas como martillo, alicate, destornilladores, llave inglesa y llave americana, para los trabajos de gasfitería que suele realizar.
Líder vive en la ciudadela El Cóndor, detrás de Riocentro Norte. Desde las seis de la mañana ya “está en pie”, como él mismo dice, se alista para trabajar como todos los días y cuarto para las ocho está puntual en su oficina que queda debajo del paso a desnivel de la avenida Francisco de Orellana y Benjamín Carrión, entre la sexta y octava etapas de la Alborada.
Líder vive en la ciudadela El Cóndor, detrás de Riocentro Norte. Desde las seis de la mañana ya “está en pie”, como él mismo dice, se alista para trabajar como todos los días y cuarto para las ocho está puntual en su oficina que queda debajo del paso a desnivel de la avenida Francisco de Orellana y Benjamín Carrión, entre la sexta y octava etapas de la Alborada.
Líder García |
“Yo hago de contratista, es decir, me hago cargo de un trabajo junto con mis oficiales (ayudantes), y hacemos trabajos eléctricos, de soldadura, instalación de aire acondicionado split, instalo bombas de agua y tumbado”, dice García sobre los servicios que ofrece.
Sus conocimientos los aprendió en las distintas fábricas donde él ha trabajado, “hasta en la refinería de Esmeraldas”, indica Líder, quien nació en Portoviejo pero se considera “un guayaquileño más”.
En el sector hay más de veinte trabajadores que realizan generalmente las mismas actividades, cada uno de ellos tiene su propio kit de herramientas y un característico letrero con letras rojas elaborado manualmente con tablas de aglomerado. Algunos de ellos presentan faltas ortográficas o acomodan las letras para que entre en el espacio de escritura.
García lleva 16 años trabajando en ese mismo lugar, su horario empieza a las 08:00 y termina cerca de las 17:00.
“Todos los días siempre hay uno o dos clientes que llegan, usted nos podrá ver aquí durante todo el día porque uno nunca sabe a qué hora llegarán (usuarios)”, menciona.
Hasta que llegue el mediodía, él junto con sus demás compañeros y oficiales hacen una ‘vaca’ para comprar una cola y panes o galletas para “matar el hambre”, como dice García.
Cerca de las 12:30 o 13:00 llega la hora del almuerzo. El lugar elegido por él son los comedores del sector, donde “pegarse un almuerzo” puede costar entre $ 1,75 y $ 2, “dependiendo de la calidad; a mí me gusta comer calidad y no cantidad”, dice Líder.
Disputa por clientes
La conquista de clientes es muy peleada en el lugar, puesto que los trabajadores aprovechan para también promocionarse y así poder convencer a la persona.
“El que el cliente elija ese se va”, menciona Francisco Mejía, quien ejerce las actividades de albañilería y gasfitería desde los 18 años.
Él es uno de los que se siente molesto por la manera en que sus compañeros se pelean por los clientes. “Muchos de los que están aquí, cuando van a realizar un trabajo, no saben por dónde empezar: si no saben colocar una pieza, se la dañan y los clientes se cabrean porque los hacen perder tiempo”, manifiesta.
Sus conocimientos los aprendió en las distintas fábricas donde él ha trabajado, “hasta en la refinería de Esmeraldas”, indica Líder, quien nació en Portoviejo pero se considera “un guayaquileño más”.
En el sector hay más de veinte trabajadores que realizan generalmente las mismas actividades, cada uno de ellos tiene su propio kit de herramientas y un característico letrero con letras rojas elaborado manualmente con tablas de aglomerado. Algunos de ellos presentan faltas ortográficas o acomodan las letras para que entre en el espacio de escritura.
García lleva 16 años trabajando en ese mismo lugar, su horario empieza a las 08:00 y termina cerca de las 17:00.
“Todos los días siempre hay uno o dos clientes que llegan, usted nos podrá ver aquí durante todo el día porque uno nunca sabe a qué hora llegarán (usuarios)”, menciona.
Hasta que llegue el mediodía, él junto con sus demás compañeros y oficiales hacen una ‘vaca’ para comprar una cola y panes o galletas para “matar el hambre”, como dice García.
Cerca de las 12:30 o 13:00 llega la hora del almuerzo. El lugar elegido por él son los comedores del sector, donde “pegarse un almuerzo” puede costar entre $ 1,75 y $ 2, “dependiendo de la calidad; a mí me gusta comer calidad y no cantidad”, dice Líder.
Disputa por clientes
La conquista de clientes es muy peleada en el lugar, puesto que los trabajadores aprovechan para también promocionarse y así poder convencer a la persona.
“El que el cliente elija ese se va”, menciona Francisco Mejía, quien ejerce las actividades de albañilería y gasfitería desde los 18 años.
Él es uno de los que se siente molesto por la manera en que sus compañeros se pelean por los clientes. “Muchos de los que están aquí, cuando van a realizar un trabajo, no saben por dónde empezar: si no saben colocar una pieza, se la dañan y los clientes se cabrean porque los hacen perder tiempo”, manifiesta.
Francisco Mejía |
Un tanto molesto, Francisco cuenta que muchos de sus colegas no saben cómo tratar a los clientes. “Cuando llega un vehículo a solicitar nuestro servicio, algunos se portan déspotas y le dicen ‘¿qué quiere?’, no son capaces de tener un poco de educación hasta para que el cliente se sienta cómodo”.
“El problema es evitar que se pierda clientela por el mal servicio o cuando no saben hacer un trabajo y se vienen o lo dejan mal hecho, incluso dejan botada la obra”, expresa Mejía, de 57 años.
Francisco propone una solución a este problema. “Necesitamos hacer una asociación en la que se pueda poner plata, porque sin plata nadie se mueve. A nosotros nos gustaría vernos con una gorra, un uniforme que diga gasfitero o electricista. Los clientes verían una imagen limpia, por eso falta organización”.
Sin embargo, Segundo Guambaña, quien realiza trabajos de albañilería y gasfitería, indica: “Los clientes que ya nos conocen nos buscan y nos llevan, pero con los nuevos, el que primero llega (al carro del cliente) ese se va”.
Segundo Guambaña |
Segundo tiene 52 años y 30 ejerciendo esa labor. Vive en el Guasmo central y para llegar hasta la Alborada toma dos buses. “La 76 que me deja en el centro y luego me vengo en la 63 que me deja aquí (Francisco de Orellana”, detalla él, que ya lleva quince años en el sector.
Costo del trabajo
Tocar el tema de cuánto podría costar un trabajo de gasfitería o electricidad resulta complicado. Los trabajadores le preguntan al cliente el tipo de problema que desea que le repare y luego le hacen un presupuesto.
“El precio es un acuerdo que se llega con el cliente porque no sabemos lo que se va a hacer, yo tengo que acercarme al lugar de la obra y ver cuánto se puede cobrar”, menciona Líder García.
Añade que existen trabajos pequeños que generalmente son los de gasfitería y se cobra de $ 30 a $ 60. “Hay trabajos de $ 120, de $ 200 o $ 400, es según la obra que se vaya a realizar”. Una instalación de bomba para cisterna podría costar entre $ 80 y $ 90.
Sin embargo, estos valores pueden ser regateados por los clientes y así llegar a un acuerdo.
Uno de los principales problemas que afectan a estos trabajadores es la presencia de policías metropolitanos que rondan por la zona. Otro problema es la falta de una asociación que les brinde beneficios como créditos para herramientas y uniformes.
Además, a diario deben tratar de superar la mala fama, “por la gente que ha recibido un mal servicio y se queja de nosotros y riega esos malos comentarios”, sentencia Francisco Mejía.
Costo del trabajo
Tocar el tema de cuánto podría costar un trabajo de gasfitería o electricidad resulta complicado. Los trabajadores le preguntan al cliente el tipo de problema que desea que le repare y luego le hacen un presupuesto.
“El precio es un acuerdo que se llega con el cliente porque no sabemos lo que se va a hacer, yo tengo que acercarme al lugar de la obra y ver cuánto se puede cobrar”, menciona Líder García.
Añade que existen trabajos pequeños que generalmente son los de gasfitería y se cobra de $ 30 a $ 60. “Hay trabajos de $ 120, de $ 200 o $ 400, es según la obra que se vaya a realizar”. Una instalación de bomba para cisterna podría costar entre $ 80 y $ 90.
Sin embargo, estos valores pueden ser regateados por los clientes y así llegar a un acuerdo.
Uno de los principales problemas que afectan a estos trabajadores es la presencia de policías metropolitanos que rondan por la zona. Otro problema es la falta de una asociación que les brinde beneficios como créditos para herramientas y uniformes.
Además, a diario deben tratar de superar la mala fama, “por la gente que ha recibido un mal servicio y se queja de nosotros y riega esos malos comentarios”, sentencia Francisco Mejía.
30
Personas Existen en ese sector entre oficiales y contratistas
20
Dólares Es el valor más económico que se cobra por un trabajo de gasfitería
“Sí contrataría a uno de los que están debajo del puente y estando con bajo presupuesto aún más, ya que es mano de obra más económica”.
Lleritza Herrera
Diseñadora gráfica
“No los contrataría por la inseguridad actualmente, solo dependiendo de qué tan largo pueda ser el trabajo o si alguien conocido me recomienda a alguno de ellos”.
David Balladares
Licenciado
Fotos: Héctor Pérez Name
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